Empieza la cursa callejeando un poco por Ripoll y enseguida enfilamos la carretera de Barcelona en dirección a Sant Joan de les Abadeses. El perfil de la cursa es muy similar al de La Mitja de Granollers: la primera mitad básicamente de subida pero con poco desnivel, unos 100 metros, para deshacer el camino en la segunda mitad. A diferencia de aquella, aquí no atravesamos ninguna localidad intermedia, consecuencia de lo cual:
1. Todavía no ha sido merecedora de una fisonomía del gran @pucurull, un clásico, aunque hay rumores de que algún día llegará.
2. La presencia de gente y animación es bastante inferior, tendiendo a nula en la carretera. Sólo algún ciclista por el Camí del Ferro que va en paralelo gran parte del recorrido.
El paisaje es muy bonito, casi bucólico y, en esta época, la combinación de verdes y amarillos entretiene bastante los primeros kms. Pero luego se hace un poco monótona. En esta carretera están los avituallamientos: diría que un par de ellos, pero como los pasas de subida y de bajada, más que suficientes. En algún tramo de la subida cae una muy ligera lluvia, casi de verguenza después de la tormenta Behobiana de una semana antes según pude leer.
Yo me enganché a un grupito de seis o siete, la mayoría de corredors.cat, que iban a un ritmo soportable para mi y me ayudó a subir bastante cómodo. No tenía ningún objetivo marcado, iba más pendiente de no pasarme de pulsaciones que del ritmo. Poco antes de Sant Joan empezamos a ver a los cracks, que ya van de bajada. La subida no es exagerada, aunque justo antes de llegar a Sant Joan sí castiga un poco. Aquí me encuentro bien y decido abandonar el grupo. Entramos en Sant Joan atravesando el puente y damos la vuelta por el centro, en la zona de adoquines donde ponen el mercado semanal. Qué olorcito a pollo a l’ast con 11 kms en las piernas... Aquí pondría el único “pero” a la organización: el camino a seguir no estaba muy bien señalizado y el cruce de peatones poco controlado.
Después de pasar por un mini-tapete de ChampionChip vamos de vuelta: empieza el descenso. Al menos psicológicamente, porque para salir del pueblo hay que superar la rampa del desvío de Ogassa. La bajada la hago muy bien, a buen ritmo y hasta comentando la jugada con algún corredor, a raíz del lema de los Red Runners en la camiseta (el último paga las bravas). Desde aquí aprovecho para lanzar un mensaje a la comunidad runnera: iniciar una conversación con un Red Runner pasada la mitad de la cursa tiene el riesgo de que sólo podamos contestar con signos o monosílabos. En la salida o en la meta (pasado un tiempo prudencial) somos gente mucho más expresiva.
Al final de la misma carretera, de bajada, la entrada a Ripoll es por un camino distinto al de la salida, buscando el centro. La llegada es justo enfrente del monasterio, ese que todos reconocereis por la senyera en la torre durante todo el año. Yo voy (todavía!) bastante bien y el entorno me da subidón: una calle muy chula en pequeño descenso, curva y una última rampa con (ahora sí) bastante animación de gente. Así que entro al sprint y miro por primera vez en los 21Kms el tiempo.
Sorpresón! Acabo de hacer MMP. Esto hay que celebrarlo... Antes, recojo la bolsa del corredor (con camiseta técnica, agua y productos de la zona: fuet y galletas Birba) y me acerco al último avituallamiento: surtido de bebidas calientes (caldo, infusiones) y frías y más galletas Birba.
En resumen, la cursa me gustó bastante, la recomiendo y creo que repetiré. Como la ficha técnica de la cursa ya la tenéis en el blog, y ya que la gastronomía es uno de los puntos fuertes de la zona, os paso la ficha del homenaje gastronómico con el que celebré la MMP:
Ficha de la Cursa
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